Llegar de La Isla del sol para arribar a La Casa del Sol.

En Copacabana hay un ambiente de feria. Las calles principales están atestadas de toldos, y el sonido y olor a pólvora se siente por todas partes. Luego de ir por mi mochila al Hostel La Luna, donde muy amablemente me la guardaron sin costo de sábado a Martes, me dirijo hacia "La casa del sol", es decir, hacia mi casa. No sólo tiene que ver con una cuestión de nombre. Este fue el lugar donde nos quedamos con mis dos amigas unos meses atrás, y en esa estadía yo sentí el lugar como un verdadero refugio de luz. Allí me recibe nuevamente Don Samuel, con la buena onda que le caracteriza. Me sorprende mucho que me reconozca al instante, e incluso pregunta luego por mis amigas con nombre propio. Sostengo con él una conversación muy interesante, llena de calidez, y me hace sentir tan bien que me recuesto pletórica de felicidad en un ambiente alegre, porque la habitación donde estoy hospedada fue pintada de colores càlidos también, con figuras que remiten al sol, y a la chacana o cruz andina.

Este hostel es inquisitivo, para utilizar la expresión de una amiga. Es tan bonito, limpio, cómodo, agradable, bueno y adjetivable al infinito en forma positiva, que todas las noches me parece que necesitaré otra noche más en Copacabana.

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